Las joyas que vinieron del mar

El uso de Instagram no solamente ha cambiado el tiempo de ocio de un buen puñado de personas, sino también la detección de (Micro) Tendencias: un paseo más o menos rápido acompañado de una mirada más o menos atenta permite ver ciertas prendas, accesorios y modos de uso que se repiten imagen tras imagen. Por eso existe un hilo conductor que une el perfil de Collage Vintage y los del gang italiano protagonista del street style de las semanas de la moda; un leitmotiv que parece extraído directamente del mar y que tiene todo el sentido del mundo en meses como agosto: las joyas de conchas.

Estas coberturas duras y rígidas en colores que van del blanco al rojizo pasando por toda una gama de pardos parecen haberse puesto de acuerdo para abandonar el fondo acuoso y llenar anillos, pulseras, collares y pendientes. Sí, como si se recuperase el juego infantil de rebuscar en la arena para ir a parar a cubos destinados a crear bisutería que actuase como recuerdo perenne del verano. O incluso, por qué no, como si se trajesen de vuelta algunos de los accesorios que durante un breve período de los 2000 inundaron cuellos y manos.

La ola ha sobrepasado el dique de las redes sociales para inundar las pasarelas, o quizás la marea seguía el movimiento contrario. No sería descabellado, sobre todo teniendo en cuenta que Prada es una de las firmas donde estas joyas marinas se erigieron protagonistas inesperadas. No hay nada casual ni inocente en las creaciones de Miuccia, catalizadora de tendencias no efímeras como pocas. Así, entre jerséis, bufandas y rebecas de lana en tonos azules y verdes, una sarta de conchas de distintos tipos se unían, en formato gargantilla y collar largo, para ofrecer un paradoja estética hipnótica: la descontextualización (casi) siempre produce magnetismo y ¿acaso hay mayor contraste que el de un elemento de playa junto a uno invernal? Las pulseras, combinando las conchas con los engarces dorados, adquirían tintes más tradicionales.

Los colgantes con motivos marinos, en una simplificación de la propuesta italiana, son los más habituales, especialmente aquellos que atesoran una última concha al final de una cadena; firmas como la cada vez más popular Gimaguas, Pascale Monvoisin o Miu Miu (lógico) son las pruebas. Sin embargo, a pesar de su ineludible peso estético, estas joyas pueden pueden tener vocaciones que escapen al prejuicio de lo boho para alinearse con el pop de principios del siglo XX (y las pulseras de Venessa Arizaga son la descripción gráfica de ello) hasta el arty más puro, representado, con permiso de la señora Prada, por la firma Peet Dullaert. La marca es una de las odas a las joyas marinas más puras que se pueden encontrar actualmente en la red, con una colección fotografiada por Robbert Jacobs e inspirada en “los abrumadores mitos del mar, la belleza de los arrecifes de coral y los símbolos de la vida”. Una imaginería que viene a confirmar el manual de uso propuesto por la icónica casa italiana: más allá de los modos y costumbres de Instagram y los looks veraniegos, collares y pendientes (especialmente pendientes, delicados, contundentes y escultóricos) encuentran en jerséis de cuello vuelto y chaquetas sus parejas perfectas.

Ahora el reto está no tanto en maridarlos (será escandalosamente fácil en tanto que el flechazo es inmediato), sino en elegir la joya marina que será el accesorio no accesorio de los looks de ahora y de los próximos meses.

 

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